En un hipotética línea recta se cruzan una mujer de huesos duros, zapatos de tacón y piel morena, digamos la Flaca Osorio, y un hombre de ojos torpes, manojo de llaves y zapatillas de goma. El teorema de los espacios limitados dice que en ese momento, justo en ese momento, podría pasar lo peor: un atasco en uno de los remotos anillos de la M-30, una elección auditada por el centro Carter, un comisario Europeo que tiene una idea o la compra on-line de la camiseta número ochocientos treinta y tres del Ché Guevara en un portal anarcosindicalista. Pero lo peor, quizás lo peor de ese minúsculo instante de goma de mascar sabor a canela y sucesivos puntos infinitos que forman una línea recta sería, porqué no, que la Flaca Osorio desbrochara sin éxito los botones hipotéticos de su número de teléfono o que su mirada pintalabios se estrellara contra las puertas del ascensor equivocado. Pero tal vez, quizás dos esquinas más tarde, o tres semanas después, al llegar a la tintorería, el teorema revoque la torpeza en los ojos del hombre que, ahora sin zapatillas de goma, no sabría explicar qué vino primero, si el viento de huesos duros, el atasco remoto en un anillo de la M-30 o la trayectoria más o menos fija de una línea color carmín en el cuello curvo de la camisa número ochocientos treinta y tres que nadie jamás reclamó como suya .
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