¿Qué diré cuando la gente se detenga
para tocar mi rostro?
Miyó Vestrini, 1959
Encontré
un cuerpo
uno que
me ocupa, poco a poco,
cuando
apareces.
No
necesito agredirlo
existe
por sí solo,
lejos de
la intemperie,
a salvo
del mordisco.
Todo en
él lleva la forma de un vértigo,
la
silueta de otra saliva que lo protege
un
alfabeto del vuelo
un lugar
horizontal que atraviesa los días.
Mi cuerpo
ocupa el tiempo de una sábana
el paso
rampante de un cenicero
ese lugar
de tus ojos que le lleva la contraria al frío
y enciende
otros nombres para la piel que ahora me cubre.
Mi cuerpo
tiene el tamaño de tu insomnio
mi
cintura viste la talla que le dan sus manos.
Mi cuerpo
existe en un corazón furioso,
que late
contra el miedo.
Soy la
atleta, la gimnasta
la mujer que apaga el suelo y enciende nuevos fuegos a su paso
la que te mira de este lado del tiempo
la que escribe
la que resiste.
Soy el
aeropuerto que tiembla bajos los pies del viajero
el lugar portátil de tu almohada,
el paso
insistente de tu lengua.
Soy este
cuerpo.
Soy, sí,
la mujer
que despertaba a tu lado.
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