Un hombre de su estatura jamás podría sentir temor. Un hombre de su
estatura estaba hecho para tener un corazón limpio de pan blanco y caliente.
Estaba hecho para querer y ser querido. Para resolver problemas y dejarse lamer
por la ternura de sus propios e inesperados arrebatos. Un hombre de su estatura
no estaba acostumbrado a las emboscadas de las navajas ni la las pesadillas en
las almohadas de viscolástica con efecto memoria y que le buscaban el costado
como los puños al sparring, castigándole contra las cuerdas de su horrenda
cama y blanca matrimonial.
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