En aquella orilla, me sentí pequeña. Ya había amanecido, sin embargo, de ese tamaño. Una estatura se come mi corazón a dentelladas.El pecho se desboca en bobadas. Se arrepiente como el nudo en la crin de una bestia; la que soy, a veces. Y entonces el metro cincuenta y nueve de mis ojos se queda mudo, mirándote. Y no sé si morirme de frío o de miedo. No sé en cuál de todos los bolsillos tendría que haber guardado mi lengua.
lunes, 3 de octubre de 2011
Intemperies
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