lunes, 13 de agosto de 2012

Metrópolis




Una ciudad nunca es la misma. Cambia. Una ciudad se sabe querida cuando amenaza dulcemente con irse a hacer puñetas un buen día de estos, para dejarlo a uno, melancólico, al otro lado de cualquier parte, extrañándola sin haberse marchado si quiera. Una ciudad es hermosa cuando las torres de sus edificios parecen chocar como copas que brindan y sus ángeles de escayola y bronce aparentan agacharse como si fueran a echarse a correr 200 metros de azoteas. Una ciudad nunca es igual si se sube o se baja una cuesta. Si el autobús es el mismo de siempre o si es una línea desconocida. Si sus fuentes están encendidas o si se apagan. Una ciudad no es la misma según sea domingo o viernes; cambian sus luces; se despiertan o se mueren de mengua sus fantasmas. Una ciudad depende del número de ventanas dispuestas a encenderse en medio de la noche. Una ciudad son sus puentes y los nervios de sus arcos, el olor de sus mañanas y los portales con orines tibios, cubos vacíos y persianas bajas. Una ciudad son sus paseantes, sus iglesias siempre abiertas, sus bares que nunca cierran. Una ciudad nunca es la misma, según se aprenda o se olvide el número de los portales, la dirección de  barrios para atletas y los parques para familias que con el paso de los años se harán numerosas. Una ciudad será distinta  si alguien comienza o sepulta en ella una historia. Una ciudad tendrá recuerdos o los habrá perdido depende de quién venza y quién sea el perdedor. Una ciudad se compromete y quita las manos del fuego. Una ciudad arde y mira llover. Una ciudad nunca es la misma según el cristal por el que se mire y el número de taxis que pasen por una calle un día que  el termómetro marque por debajo de cero. Una ciudad es el lugar en el que alguien fotografía la ventana a través de la que ha mirado. Una ciudad es una posibilidad y  su opuesto. Es el lomo de un animal de varias pieles. Una ciudad es una cirugía. Ocurre a diario, de manera inagotable, entre quienes la habitan y la sueñan. Por eso, decía Calvino, sus deseos y sus miedos. Una ciudad. La ciudad. Esta ciudad. Ésta.  

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