viernes, 14 de febrero de 2014

Dry Martini, el único mar que tiene Madrid


"Un Dry Martini... El único mar que tiene madrid", dijo mirando su copa.

Lo decía repasándola con ojos de alguien a quien se le han desteñido los tatuajes y  no lleva sobre la mirada las cejas furiosas de antaño.

Lo dijo con la lengua estropeada de los que han bebido demasiado.
Yo sólo quise pedirle una cosa. Que se quitara la soga del cuello.

No sé si me escuchó. Estoy segura de que no.
Yo sólo quería decirle cosas de esas que se descuelgan como se descuelgan las barbaridades  del cuello de un Martini.

De buena gana me habría quedado en una mesa al final del salón esperando a que alguien viniera a recogerlo -que lo hice-.
Y si no hubiese llegado nadie, le habría acompañado igual. 
 Pero a él. ¿Quién no le espera a él?

Mi silencio era la cáscara flotante en aquella copa.
El tributo a las cejas ya sin furia.
Pero la transparencia no siempre es efectiva. Y yo, como ves, soy transparente.


"Un Dry Martini... El único mar que tiene madrid", dijo...  mirando su copa.

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