Sé que mi ira será la más blanca de las mortajas.
Mis huesos son astillas bajo la piel que ya es gasa.
Mi corazón, el cenicero donde habrá de atornillarse,
silencioso, el rencor de los años.
Porque nunca habrá sido suficiente
y ahora que lo escuchas,
lo mejor será llorar a dentelladas,
derribar esa casa de molares lisos
en la que se ha convertido el cuerpo estrecho de tus sueños.
El día en que fuiste
hacia la muerte
No sabías siquiera el portal en el que habrías de detenerte.
En esta avenida sin árboles
quedan todavía hornacinas desde donde despeñarse
Sé valiente y déjate caer .
Mientras reúnes valor,
tiende tu ira .
Extiende la mortaja al sol
para espantar a los pájaros con la verónica de tu vieja
sonrisa.
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