En el kilómetro cero de la ciudad la gente despeina la estatua ecuestre de una plaza pública. A la misma hora, el césped pierde su forma bajo la planta de mis pies sin zapatos. Froto mis dedos gruesos y sin gracia contra un puñado de piedras. La prensa de este sábado se muere de risa. El sol retrocede y las hormigas se trepan a los tobillos. En este parque algo merodea, piromaníaco, el borde de las palabras. Es el viento atizando la tarde contra la ventana batiente de una sonrisa.
domingo, 22 de mayo de 2011
Césped
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