jueves, 19 de mayo de 2011

Erre de rojo


Tenía razón Clarice Lispector cuando decía, sobre aquel hombre, que ser pelirrojo era un acto involuntario de rebeldía. Y ha de ser el tono cobrizo de algunas barbas que saben, sin que nadie se los haya enseñado, llevar la contraria a los días de lluvia. Llevaba razón Lispector sobre ése y quizás algún otro parcial pelirrojo que desdobla las sonrisas como pañuelos y aprieta los buenos días en el césped rasposo de la mejilla. Tenía razón, creo, la Lispector. O al menos eso pienso mientras inspecciono los rastros del picor que todavía recorre la piel de mi rostro. Mi escritorio luce aburrido, ordenado, perfecto. Estoy riéndome. Y aún no sé porqué. Sí, tenía razón Clarice Lispector.

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