domingo, 13 de noviembre de 2011

Almohadas

Pesadas gotas de su sangre marcaban el camino desde nuestra habitación al lavamanos. La cómoda blanca tenía rojas interrupciones, rastros aún frescos y tibios de su herida. Y no supe qué hacer, excepto preguntar: ¿Estás bien, amor? ¿Estás bien? Como si en el fondo le preguntase ¿estamos bien, amor?, ¿estamos bien?, ¿estamos…?

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