Ejercicio número uno para un diálogo entre personajes imaginarios. (O tal vez, sólo un mal poema)
-¿Conoces tú otro idioma? ¿Hablas el lenguaje de las fibras? ¿Conoces la puntuación de las texturas? Dime, ¿sabes tú de esas cosas?
-Una vez soñé con la cobija de Beuys. ¿Eso cuenta?
-No. ¿Aprendes algo, ahí, mirando la autovía con la nariz pegada al cristal del autobús?
-No lo sé. Creo, a veces, que sí. Pero con el abono de transportes, perdí también la concentración.
-¿Cuántos libros has leído?
-Sé cuántos he olvidado.
-¿Deletreas, a menudo, las palabras en tu mente?
-Con cierta frecuencia.
-¿Cuentas en orden invertido los números de diez en diez?
-Depende del día. Si me toca subir escaleras mecánicas, probablemente.
-¿Qué vamos a hacer mañana?
-Vendernos por kilo.
-¿Esperabas algo a tus 27?
-Un premio literario.
-¿A tus 30?
-Un Golden retriever y una alacena llena de productos kraft.
-¿Y qué pasó?
-Lo mismo me pregunto yo.
-¿Escribes?
-A veces.
-¿Sobre qué?
-Pregunta sobre quién.
-Da lo mismo. Da igual. ¿Escribes?
-A veces sueño que escribo.
-¿Cuántas cuartillas escribes al día?
-Las mismas que podía escribir Hem borracho.
-¿Cuánto es eso?
-No lo sé, pero a veces intento escribir de pie y aficionarme al Bellini.
-¿Tienes alguna opinión formada sobre los escritores?
-La tuve.
-¿Y qué pasó?
-Lo mismo me pregunto yo.
-¿Sueña BJörk con caballitos de mar?
-No. Ellos sueñan con ella.
-Entonces, podemos descansar.
-Podemos, sí. Podemos.
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