lunes, 7 de noviembre de 2011

(Porque en el chino no había Tila)

Ejercicio número uno para un diálogo entre personajes imaginarios. (O tal vez, sólo un mal poema)

-¿Conoces tú otro idioma? ¿Hablas el lenguaje de las fibras? ¿Conoces la puntuación de las texturas? Dime, ¿sabes tú de esas cosas?

-Una vez soñé con la cobija de Beuys. ¿Eso cuenta?

-No. ¿Aprendes algo, ahí, mirando la autovía con la nariz pegada al cristal del autobús?

-No lo sé. Creo, a veces, que sí. Pero con el abono de transportes, perdí también la concentración.

-¿Cuántos libros has leído?

-Sé cuántos he olvidado.

-¿Deletreas, a menudo, las palabras en tu mente?

-Con cierta frecuencia.

-¿Cuentas en orden invertido los números de diez en diez?

-Depende del día. Si me toca subir escaleras mecánicas, probablemente.

-¿Qué vamos a hacer mañana?

-Vendernos por kilo.

-¿Esperabas algo a tus 27?

-Un premio literario.

-¿A tus 30?

-Un Golden retriever y una alacena llena de productos kraft.

-¿Y qué pasó?

-Lo mismo me pregunto yo.

-¿Escribes?

-A veces.

-¿Sobre qué?

-Pregunta sobre quién.

-Da lo mismo. Da igual. ¿Escribes?

-A veces sueño que escribo.

-¿Cuántas cuartillas escribes al día?

-Las mismas que podía escribir Hem borracho.

-¿Cuánto es eso?

-No lo sé, pero a veces intento escribir de pie y aficionarme al Bellini.

-¿Tienes alguna opinión formada sobre los escritores?

-La tuve.

-¿Y qué pasó?

-Lo mismo me pregunto yo.

-¿Sueña BJörk con caballitos de mar?

-No. Ellos sueñan con ella.

-Entonces, podemos descansar.

-Podemos, sí. Podemos.

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